martes, 24 de abril de 2012

Las huellas de mis abuelos


Somos memoria que anda, somos nuestros padres y nuestros abuelos, ellos se prolongan en nosotros. Nuestros hijos llevarán al futuro sus propios sueños y los que nosotros les ponemos hoy en sus mochilas. Todos pasamos, como un río incesante. ¿Qué quedará de nosotros? 

Podemos dejar a nuestro paso grandes obras, palpables, concretas, que merezcan un reconocimiento por parte de nuestros convecinos. Pero también hay un patrimonio intangible, constituido por la memoria que transmitimos de generación en generación. Son pequeñas cosas. Una carta, un árbol, una humilde casa en la que los pioneros tejían colectivamente un sueño compartido.

Las huellas de nuestros abuelos están en ese patrimonio tangible e intangible que los perpetúa y que nos prolongará a nosotros en el tiempo. Esas huellas les pertenecen a nuestros hijos, a nuestros nietos, nosotros sólo somos la custodia de esa memoria heredada que nos da a todos un sentido de pertenencia. Son, a la vez, señales de nuestra identidad.

¿Quién es el propietario de los árboles que plantó mi abuelo en la antigua plaza? ¿Quién es el dueño de esa vieja casona cuya imagen nos permite saber que estamos en nuestro pueblo y no en otro? Esos bienes tienen un dueño colectivo porque colectivamente se crearon, como parte de una cultura, de una forma de ser, de una historia.

Un pueblo es la sagrada memoria de nuestros abuelos. Que nadie destruya esa memoria.

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